¡ECUADOR, “Mata gigantes”!
Ese coqueteo con la gloria ante Uruguay, fue el mejor epílogo para aquella tarde y noche fantástica, en la que se respetó la filosofía de jugar para ganar, destrozando sistemas, con un Jefferson Montero, ingenioso, intratable, inteligente, preciso y goleador. Y sin dos de las mejores figuras de Ecuador: Antonio Valencia y Enner Valencia Ecuador ganó por KO a otro grande de América: Uruguay. A los 23 minutos, Felipe Caicedo puso la primera para Ecuador tras una asistencia fenomenal de Cristhian Noboa a la “Hormiguita” Paredes que afiló su navaja y dejó que “Felipao” con derechazo perfecto conmocione a todo un país. Y una más, cuando Miller Bolaños arrancó con una velocidad asombrosa, fallando en el cierre tras metida del grandulón Sebastián Coates que conjuró lo que bien pudo ser el 2-0. Así se fueron los equipos al descanso. A los 59 minutos Fidel Martínez aumentó el marcador, con una jugada de mundial. Un desborde perfecto de Montero que dejó atrás a Cáceres y Godin, permitió que saque el cohete explosivo que quemó las manos de Muslera dejando la cometita de verano en el aire, llegando Fidel que solo tuvo que apuntar y anotar. Ecuador mostró potencia, solidaridad, generosidad y un temible despliegue de ideas. El mazazo inicial lo transformó en cargas inagotables que siempre corrieron a 200 km por hora. Al final, impertérrito, derrochando físico y un montón de cargas para gol, la “Tri” borró la euforia momentánea para pensar en la vapuleada Venezuela que cayó 2-4 ante la atrevida Bolivia. Aquella versatilidad inicial, junto a un planteo exitoso y sorprendente, sobrio y sin sonrisas, nos quitó cualquier duda. Ecuador lució tan efectivo cuando escalonaba, junto a un superávit inmenso en la posesión del balón, como cuando atacó con cinco y seis elementos. Ecuador marcó los tiempos, puso inteligencia, pausa, rigor, amistad y solidaridad; la búsqueda permanente e incesante de espacios provocó la desconcentración de los visitantes que cayeron luchando, sin regalar nada, de pie. Por eso, cuando vino el primero del encuentro (Felipe Caicedo), las 33.048 voces presentes en el estadio Olímpico, levantaron su fervor, convirtiéndose en el jugador N.- 12, mientras el cemento del legendario estadio Olímpico Atahualpa, se estremecía y aplaudía la madurez, equilibrio y talento de sus jugadores. Y cuando vino la segunda del talentoso Fidel Martínez, la locura se sintió en todo el país. Pero fue en la segunda parte donde Ecuador sintió la presencia visitante. Un descuido imperdonable hizo que aparezca Edinson Cavani y ponga de cabeza el inicio de un drama. Después se recuperó la calma y apretó al gran Uruguay que terminó sin reacción ni piernas, estaba listo para la goleada. Ecuador ganaba la batalla táctica, generó cinco opciones de gol y con las hechuras de Felipao, Miller y Jefferson, sepultó las ilusiones de Uruguay en el cementerio de los grandes: El Olímpico Atahualpa de Quito que miró y aplaudió actuaciones impresionantes de “Dida” Domínguez de Ecuador y Fernando Muslera de Uruguay. Fue nuestra tarde. Jugamos con garra, fuerza y corazón. A veces parsimonia, en otras vértigo. Ecuador se movía con criterio, tocando el balón, cambiando de ritmo, metiendo pases profundos, con la sapiencia de un Cristhian Noboa, preciso y desbordador. Uruguay rogaba a dios que termine la contienda y agarrándose con las uñas de la cornisa donde jugó todo el partido, veía un panorama desolador, porque todos sus miembros desfallecientes, sin ideas, perdían el duelo en la zona vital del fútbol, donde el recién ingresado Alex Bolaños le dio la calma y versatilidad vitales en ese momento del partido. La personalidad avasallante de Ecuador fue fundamental para este primer alegrón, pues una vez más y ante el mismo Uruguay, tuvo que sacar fuerzas y calma para la victoria final. Mostró mayor convicción en su gente para jugar un estilo; el tratamiento prolijo del balón; la extirpación del pelotazo como una fórmula ofensiva y el superávit de juego final, adornaron un epílogo triunfador y efervescente.